Aula 105 - Egoístas

Entramos. ¡Era mi aula! Mi aula de cada día, la misma donde yo pasaba horas y horas, salvo por el detalle de que todo –el piso, el techo, las cuatro paredes, el pizarrón, los bancos y las sillas, el ventilador de cuatro aspas- estaba teñido de rojo. Hasta el aire tenía una transparencia rojiza, y la humedad era intolerable.
Como si se tratara de una clase común y corriente, detrás de cada banco había sentada una persona. Nos acercamos a un hombre y yo reuní mi voz para preguntarle:
- ¿Qué hacen acá?
El hombre, conteniendo el llanto, respondió:
- Sos nuevo, ¿verdad? ¿No sabés lo que pasa acá? –yo negué con la cabeza-. Esto es lo peor del infierno. ¡Lo peor! ¿Ves a ese hombre de ahí? Te fuerza a regalar todas tus pertenencias a un grupo de chicos humildes, todas. ¡Y eso es sólo el comienzo! Una vez que terminaste de hacerlo, el hombre las duplica, para que vuelvas a sentir tus manos llenas como si nunca se hubieran vaciado. El placer dura sólo un instante, porque entonces el hombre te obliga, una vez más, a deshacerte de tus pertenencias más preciadas, las más exóticas, las más indispensables, las que más te costó conseguir.
El hombre respiraba con la fuerza de un toro. Hablar lo había agitado.
- No debe ser tan terrible –le dije a Victorino.
Pero debo haberlo dicho a un volumen demasiado alto, porque el hombre me replicó, exacerbado:
- ¿Querés probar? ¿Querés probar lo que se siente quedarse sin nada?
- No –respondí-. No soy egoísta y no merezco ese castigo. No pruebo ni muerto
Y entonces Victorino y yo nos miramos y comenzamos a reírnos, una ráfaga de carcajadas, cada vez más difícil de detener.

Cerré los ojos, a punto de llorar de la risa. Cuando volví a abrirlos, enfrente mío estaba mi profesora de matemática que me miraba, cruzada de brazos.
- ¿Qué es tan gracioso? –dijo.
Para salir del apuro, le respondí que me había acordado de un chiste. La profesora, apenas conforme, dio media vuelta y agregó en el pizarrón números y símbolos junto con los que ya había. Yo bajé la vista y continué con mi hoja de ejercicios, que no recordaba haber comenzado.